Durante siglos, el ocio fue mal visto por la sociedad, considerándose un vicio que impedía la virtud y el progreso. Sin embargo, con la Revolución Industrial, la percepción del tiempo cambió radicalmente. Antes, el tiempo era flexible y se entremezclaba trabajo y descanso, pero con la industrialización, el tiempo se convirtió en un recurso valioso que debía aprovecharse al máximo, al igual que el dinero.
La Revolución Industrial trajo consigo jornadas laborales extenuantes, condiciones de trabajo precarias y una visión del tiempo como algo que debía ser controlado y maximizado. Los trabajadores lucharon por reducir la jornada laboral y mejorar sus condiciones, siendo una de las principales demandas de los socialistas de la época.
Con el tiempo libre ganado, las personas se volcaron hacia actividades recreativas como espectáculos, deportes, fotografía, entre otros. El ocio se convirtió en un sector económico en auge, con inversiones en parques de atracciones, actividades deportivas, turismo, entre otros.
A pesar de las críticas iniciales hacia actividades como la lectura popular, el cine, la televisión y las redes sociales, el ocio ha evolucionado hasta convertirse en una industria masiva. Las vacaciones pagadas, iniciadas en la década de 1930, impulsaron el desarrollo de infraestructuras turísticas accesibles para todos.
En conclusión, el ocio se ha transformado en una necesidad y un derecho fundamental para todos, alejándose de las actividades colectivas hacia un enfoque en el disfrute personal y la recreación individual. La industria del ocio continúa creciendo y ofreciendo una amplia variedad de opciones para satisfacer las demandas de la sociedad moderna.