Si sigues al Ayuntamiento de Torrevieja en las redes sociales, no te habrás perdido ninguna de las actividades preelectorales sobre cómo se está mejorando el pueblo, “reemplazamos la señalización vial”, “estamos pintando la señalización vial”, “estamos renovando aceras”, “estamos cuidando los jardines”, etc., pero la cruda realidad es que, una vez cruzas el límite de la N-332 y sales del casco urbano, adentrándote en las urbanizaciones de alrededor, el panorama es muy diferente, una imagen que pone de relieve décadas de abandono.
Los residentes de la urbanización Torretas, que limita con el parque natural que alberga las lagunas, construido en la década de 1980, y por supuesto el balneario abandonado que costó millones para construir, han estado esperando décadas para que su infraestructura sea reparada. La semana pasada, se les dio una luz tenue al final de su túnel muy oscuro, ya que el ayuntamiento anunció un "proyecto" para analizar los problemas de la infraestructura.
Sin embargo, debe señalarse que un proyecto no es más que un ejercicio costoso para ver si se pueden realizar mejoras y, aunque es el primer paso, está muy lejos de obtener resultados. El proyecto en sí cuesta miles, por lo general, pero el trabajo identificado puede ascender a millones.
Otro de los proyectos anunciados por el alcalde, Eduardo Dolón, es la creación de una nueva zona verde en la urbanización del Sector 25, aunque, como para demostrar el punto de esa frontera invisible, sólo en el lado litoral de la N-332.
Sin embargo, si continuamos por la CV-905, llegamos a Jardín Del Mar, construido a finales de los 90. una zona propensa a inundaciones, donde los vecinos viven con miedo a las próximas lluvias, y aunque en los últimos años ha habido actividad para desviar el agua cuando llega, nada ha tenido éxito, lo que pone de relieve los problemas de construir en terrenos inadecuados.
La Hoya ofrece campos abiertos más allá de Jardín del Mar, donde ahora se han aprobado planes para construir más propiedades. Esto supondrá una carga indudable para la infraestructura, y aunque supondrá una mejora respecto a la gran cantidad de residuos industriales que allí se encuentran actualmente, esta también es una zona propensa a inundaciones, algo que sin duda no será declarado al compradores inocentes que optan por adquirir esas nuevas propiedades.
Pero entonces, eso plantea la pregunta de si alguien los compraría. Con la disminución de la población en Torrevieja, aunque impulsada recientemente por la afluencia temporal de ucranianos, hay miles de propiedades ya desocupadas y en venta, con otros municipios aparentemente más atractivos.
Esa falta de atractivo quizás sea resaltada por nuestra próxima urbanización en nuestro recorrido, La Siesta y El Chaparral, que datan de antes de las dos que hemos mencionado a mediados de la década de 1970, y ahora muestran esos signos de abandono bastante profundo.
El alcalde, Eduardo Dolón, ha culpado a los residentes de gran parte de la degradación en La Siesta. “El deber de conservación de los espacios privados comunes de las urbanizaciones es de los propietarios de las viviendas”, fue la respuesta del Ayuntamiento el año pasado cuando intervino el Defensor del Pueblo, y mientras se defiende que la basura la depositan los ciudadanos , y hay una red de caminos privados, también los hay de gestión pública, o municipal, y además, el ayuntamiento tiene el deber de velar por su cumplimiento.
Como apuntaba recientemente el Concejal de Residentes Internacionales, en estas zonas es donde vive la mayor parte de los residentes británicos, una población que más ha disminuido en los últimos años, pero que compraría una propiedad en una zona donde hay aceras por las que no se puede caminar. abajo, caminos inaccesibles, basura amontonada en las calles, árboles desbordados que bloquean los caminos e incluso las señales de tránsito, vehículos abandonados (una queja común que tienen los residentes de la urbanización es que nunca ven patrullas policiales), en otras palabras, todas las cosas que el el ayuntamiento se alaba a sí mismo por reparar, pero no cuando se llega a esas urbanizaciones más allá de esa frontera imaginaria, y que alguna vez fueron ricas en población internacional. Por supuesto, La Siesta pronto será el hogar de la “pista de bombeo más grande del mundo”, lo cual podría ser algo de lo que jactarse de una manera egoísta, pero ¿qué tal arreglar la infraestructura primero?
El tema de la recogida de residuos también necesita un punto propio, ya que el nuevo contrato, que cuesta 2 millones de euros al mes, también lo celebró el ayuntamiento, pero en estas urbanizaciones no se ha mejorado el servicio, sino todo lo contrario. El ayuntamiento prometió una campaña de concienciación, con la producción de folletos, pero esos folletos aparentemente no llegaron más allá del centro de la ciudad. Ahora, las urbanizaciones tienen cubos de basura más grandes, pero menos, lo que hace que la mayoría de los vecinos, muchos de los cuales son personas mayores, ahora tengan que caminar más para llegar a sus cubos, lo que ya se ha traducido en más basura en las calles y los problemas que puede causar.
Y mientras Eduardo Dolón está avanzando en su propia carrera política, la atención prestada a Torrevieja bien puede disminuir aún más, y la obsesión por pagar dinero público en fiestas y celebraciones puede hacer que los que están en el poder sientan que están promoviendo la ciudad, que de manera realista va a invertir cuando se está poniendo en tal estado y ese dinero podría gastarse de otro modo en mejorar las condiciones de vida como ha ocurrido en otros municipios no tan obsesionados con malgastar el dinero público.